domingo, 31 de agosto de 2014



     El Diablo es pobre    El Diablo es pobre

En las ciudades de nuestro tiempo, inmensas cárceles que encierran a los prisioneros del miedo, las fortalezas dicen ser casas y las armaduras simulan ser trajes.
Estado de sitio. No se distraiga, no baje la guardia, no se confíe. Los amos del mundo dan la voz de alarma. Ellos, que impunemente violan la naturaleza, secuestran países, roban salarios y asesinan gentíos, nos advierten: cuidado. Los peligrosos acechan, agazapados en los suburbios miserables, mordiendo envidias, tragando rencores.
Los pobres, los pelagatos, los muertos de las guerras, los presos de las cárceles, los brazos disponibles,  los brazos desechables.
El hambre que mata callando, mata a los callados. Los expertos, los pobrólogos, hablan por ellos. Nos cuentan en qué no trabajan, qué no comen, cuánto pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen.
Sólo nos falta saber por qué los pobres son pobres. ¿Será porque su hambre nos alimenta y su desnudez nos viste?

                                           Eduardo Galeano. Espejos.  

miércoles, 27 de agosto de 2014

Prácticas del lenguaje

LAS ÚNICAS COSAS NECESARIAS

Que quede bien claro, lo único que yo quiero son realidades. Jamás les enseñen a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. Para la vida sólo son imprescindibles las realidades. No propongan otra cosa y saquen de cuajo todo lo demás. Los entendimientos de los animales racionales se conforman solamente en base a realidades; todo lo que no sea esto no les servirá nunca de nada. Yo educo a mis hijos de acuerdo con esta norma, y de la misma manera hago educar a estos muchachos. ¡Remítanse a las realidades señores!

Esto sucedía en las salas con cúpulas, lisa, desnuda y aburrida de una escuela, y el índice, tieso, énfasis en sus admoniciones, resaltando cada frase con una línea    trazada sobre la manga del maestro. Ayudaba a aumentar el énfasis la frente del orador, perpendicular como una pared; las cejas servían de base a esta pared, mientras que los ojos se acomodaban con comodidad en las dos oscuras cuevas del sótano sobre el que el muro proyectaba sus sombras. Ayudaba a aumentar el énfasis la rasgada boca del orador, de labios finos y apretados. Ayudaba a aumentar el énfasis la voz del orador, inflexible, dura, despótica. Ayudaba a aumentar el énfasis el cabello, parado en los bordes de la ancha calva, como bosque de abetos que protegiese del viento su brillosa superficie, llena de verrugas, semejante a la costra de una torta de ciruelas que daban la impresión de que las realidades acumuladas en su interior no tenían la suficiente cabida. La actitud envarada, la americana rígida, las piernas rígidas, los hombros rígidos, incluso su misma corbata, habituada a tomarlo por el cuello con un apretón exagerado, al igual que una realidad brutal, todo contribuía a incrementar el énfasis. 

- Señores, en la vida lo único que necesitamos son realidades, ¡sólo realidades!.

El que hablaba, el maestro de escuela y la otra persona que se encontraba presente se echaron atrás un poco y pasearon sus miradas por el plano inclinado en el que se ofrecían en aquel momento, bien ordenados, los pequeños recipientes, las pequeñas cabezas que se vertiese dentro de ellas el aluvión de las realidades, para colmarlas hasta los bordes. 




                                                  La Siembra. Tiempos difíciles. Charles Dickens.          
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